Pilar Requena, docente del programa Aprendamos a Amar, desgrana en esta entrevista algunas de las claves de su metodología
El Programa Aprendamos a Amar, vinculado al Instituto Universitario Desarrollo y Persona, perteneciente a la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, es un proyecto educativo que acompaña a centros e instituciones en la aventura de educar para el amor a lo largo de toda España y fuera de ella. Junto con el Centro de Ayuda Integral a la Familia (CAIF) desarrolla una labor de acompañamiento educativo desde hace ya más de veinte años. Está formado por un nutrido grupo de profesionales: psicólogos, pedagogos, maestros, médicos… Una de estas expertas es Pilar Requena, docente del programa, que ofreció hace algunos días una interesante charla en Tomelloso y con la que hemos aprovechado para charlar más reposadamente.
PREGUNTA.- ¿Cuáles son las líneas básicas de trabajo del programa “Aprendamos a amar”?
RESPUESTA.- Desde Aprendamos a Amar mostramos que en el camino de la vida necesitamos un sentido para nuestros pasos, un ideal al que mirar, al que amar. Y, como el que sube a la cima de una montaña o quiere llegar a Santiago de Compostela, el recorrido importa, si no lo conoces bien, puedes perderte y no llegar, o llegar tarde, o llegar maltrecho, o hacer que se pierdan otros… Un amor hermoso, amistades verdaderas, una vida plena no son el final de cualquier vereda. Hay que levantar la cabeza y descubrir el deseo de bien, de verdad y belleza que llevamos en el corazón. Citando a Saint-Exupéry, “si quieres que los hombres sean navegantes, no les enseñes a construir barcos, sino a amar la inmensidad del mar”.
Transmitimos la belleza y unidad profunda del amor y la sexualidad, la originalidad de cada uno, el valor infinito que poseemos, la unicidad del cuerpo y la persona y el cuerpo, como un regalo, que nos permite amar y dar vida. En el diseño del cuerpo y del corazón descubrimos que estamos hechos para amar y ser amados.
P.- ¿Qué metodología novedosa o enfoque diferente aporta este programa al ámbito de la educación afectiva y sexual de los adolescentes y jóvenes de hoy en día?
R.- Es interesante la pregunta que se dirige a lo distintivo, a lo que nos da identidad. Yo diría que nuestra formación hace diana en la realidad de sus vidas, sin distracciones: su deseo de ser feliz, de relación, de ser y tener amigos, de saber quiénes son, de encontrar su lugar en la vida, conocer su valor, saber amar. Todos los temas que les planteamos hacen eco en su corazón, porque estaban ya allí.
Otra palabra que recogemos muchas veces de aquellos a los que formamos es acogida.
Tenemos también formaciones totalmente “on line”, como el Experto en Afectividad. Nos preocupaba perder la calidez que nos caracteriza y que es un logro más sencillo en los encuentros presenciales y, curiosamente, los alumnos que terminan esta formación destacan como positivo esta cercanía y confianza que viven entre ellos y con los profesores, difícil de conseguir en una formación no presencial.
Para esto utilizamos la siguiente metodología:
- Escuchamos, acogemos y acompañamos con claridad y respeto. Respondemos a las inquietudes afectivas de nuestros alumnos con un lenguaje adecuado a su edad. Respetando su momento evolutivo y la etapa en la que están.
- Siempre en positivo. La sexualidad es un bien; enamorarse es bello; amar es el motor de la vida. Proponemos una vivencia del sexo y la afectividad a la altura del valor de nuestros adolescentes.
- La persona en el centro. Estamos bien hechos, nuestro cuerpo nos explica el sentido de la sexualidad y nuestra vida. Nos merecemos una relación sana con nuestro cuerpo y el de los demás, y aprender a conocer su lenguaje.
- La mirada como algo distintivo de la persona. Una mirada capaz de acoger al otro más allá de su pasado, presente o futuro.
- Reflexionamos junto a ellos. Les vamos ayudando a hacerse las grandes preguntas que les acercan a su propio valor. Descubrimos a su lado criterios para que elijan mejor.
- Contamos con la familia como pilar fundamental. Explicamos a los padres y organizadores de las formaciones los contenidos que aprenderán los alumnos, compartiendo finalmente las inquietudes que nos trasladen estos alumnos.
P.- ¿Qué es exactamente un formador afectivo sexual?
R.- La educación afectivo sexual es la educación para el amor y, por tanto, una tarea que nos va a llevar toda la vida. Así que somos primero alumnos, acompañados por otros que nos muestran el camino, y su vez acompañantes de aquellos que quieren crecer en su conocimiento y vivencia del amor y la sexualidad. El docente es siempre un buen discente. Estamos en constante formación e investigación para poder realizar este acompañamiento adecuadamente.
P.- ¿Cómo se trabaja desde este programa con docentes, familias y/o adolescentes y jóvenes?
R.- Para niños, adolescentes y jóvenes impartimos talleres de cuatro sesiones cada uno: Quiero que me quieran, para 3º de primaria; Soy un tesoro, 5º de primaria; El taller de la pubertad, para 1º y 2º ESO; Adolescencia, 3º y 4º ESO, y La madurez afectiva, Bachillerato y jóvenes universitarios.
Para formadores, padres, profesores, catequistas y responsables tenemos un amplio catálogo de formaciones. Nos gusta escuchar cuál es su deseo concreto y desde ahí ofrecer el acompañamiento adecuado a su vivencia específica. No es lo mismo impartir en un centro de Sevilla que en uno de Tenerife, ni impartir a jóvenes universitarios que a las familias en una parroquia, por ejemplo.
P.- ¿Es “Aprendamos a amar” un programa concebido exclusivamente para familias o centros educativos católicos? ¿Es preciso aborda estos temas desde la fe o está abierto a familias o colectivos alejados de ella?
R.- Aprendamos a Amar parte de los deseos y necesidades profundas del ser humano y éstas son universales. Establecemos un diálogo y proponemos un camino hacia una afectividad plena y ésta es también universal. El mensaje y recorrido del corazón humano es para todos. Trabajamos desde la antropología más humana. La teología del cuerpo es nuestro sustrato y el mensaje es universal.
P.- En su experiencia como docente, ¿cuáles son las mayores preocupaciones de los adolescentes y jóvenes en estos temas? ¿Suelen coincidir con las de sus padres?
R.- Cuando es posible hablar con ellos a puerta cerrada y corazón abierto, esto es de forma sincera y confiada, sus preguntas y anhelos se dirigen a conocer quiénes son y por qué están en la vida, para qué son. Desean colmar el deseo que tienen de encuentros verdaderos, en el plano afectivo, en la amistad, y con su familia. Los padres desean en lo profundo que la vida de sus hijos se cumpla, que sean felices, el anhelo es el mismo.
Con una mirada más superficial, y a veces de cara a la galería, puede parecer que sus preocupaciones son otras: ligar, salir, divertirse, redes, gustar, parecer adultos… el reto se nos presenta como educadores cada día: rescatar el anhelo que vive dentro de sus actos, de sus preguntas.
P.- En su opinión, ¿cuáles son los grandes retos a abordar en estos aspectos dentro de la sociedad actual?
R.- Creo que el gran reto es apoyar a la familia, encauzar su misión, la ternura que, como padres, debemos mostrar a los hijos, la acogida incondicional, que se sepan valiosos por su vida. Hombres y mujeres que quieran y puedan vivir ese “sí” que dieron al otro, en la acogida y en la entrega, en lo bueno y en lo malo, todos los días de su vida. Sabemos de la gran dificultad de esta realidad hoy en día, el matrimonio y la familia necesitan ser ayudados, necesitan ser acompañados. Si el matrimonio y la familia, aún con sus dificultades, nadie está libre de ellas, son testigos de que es posible vivir con amor y unidad en el mundo, serán una antorcha siempre encendida, serán esperanza para todo el que los mire.
P.- Por último, ¿qué consejo básico daría a padres con hijos adolescentes que quieran formar parte activa de su educación sexual y afectiva?
R.- Diría a los padres que estén, que estén presentes. Es necesaria su presencia para los hijos, pero no es suficiente que estén físicamente, que cuiden de sus necesidades básicas; necesitan una presencia abierta al encuentro con ellos, con una mirada buena que afirme el valor de sus hijos, dispuestos a marcar bien los límites que los van a proteger y a acogerlos cada vez que se equivoquen, que busquen activamente con los hijos espacios de escucha y acogida.
Les diría también que se amen uno a otro lo mejor que puedan y que sean un solo corazón ante sus hijos, y, si ese matrimonio no ha podido ser y han seguido caminos diferentes, a pesar de todo el sufrimiento que eso les ha ocasionado, que procuren hablar bien del otro, que rescaten así para sus hijos al padre y a la madre, y, con ellos, al hombre y la mujer.
Y por último les aconsejaría participar en las formaciones de Aprendamos a Amar, son un gran apoyo y compañía para una vivencia conforme a la altura humana con que podemos vivir el amor y la sexualidad, nos ayudan a crecer y vivir así la mejor vida posible.
Si quieres conocernos un poco más https://aprendamosaamar.com/